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Cachetón positivo. Escena final en donde encuentran al líder de Sendero. Foto: Distribuidora.

La hora final: Una mirada subjetiva

Un thriller policial que encarna la astucia de los miembros del Grupo Especial de Inteligencia (GEIN) para capturar a Abimael Guzmán

Publicado: 2024-03-25

Publicado el 11/08/18

El largometraje dirigido por Eduardo Mendoza ha logrado llenar las 80 salas a nivel nacional con cerca de doscientos mil espectadores en su segunda semana de estreno, una cifra importante para el cine y que ahora enfrenta su tercera semana con buena expectativa. Los aplausos del público al finalizar la película se han convertido en un hábito llamativo difícil de olvidar y es que Mendoza ha logrado trasladarnos a una Lima asediada por Sendero Luminoso, en tiempos donde los apagones oscurecían aún más la ciudad, los coches bombas destruían calles y edificios, y las cruentas masacres se habían convertido en moneda corriente. A pesar del duro panorama de 1991, el director resalta la valerosa misión de un grupo muy reducidos de policías con precarias herramientas de trabajo, pero con un plan de inteligencia increíble que logró conseguir uno de los hechos más importante en la historia del Perú, el de atrapar a Abimael Guzmán. Sin embargo, a pesar del buen recibimiento del público peruano hacia una película sobre el terrorismo, la opinión de los críticos ha salido a flote cuestionando muchos aspectos que no se habrían atado a la realidad. Historiadores, periodistas y opinólogos difieren de los argumentos del largometraje de manera condenatoria, desencadenado en los medios y en las redes sociales una seria de polémicas que ha encendido varias pasiones políticas por distintos sectores de la sociedad, sobre todo por tratarse de un tema que sigue siendo sensible para el país.


Avant Premiere. El elenco de la película junto con el director brindaron declaraciones a los medios. Foto: UPc

El grupo especial de inteligencia (GEIN) es retratado por Mendoza desde una mirada personal y simbólica, construyendo personajes ficticios con la intención de fundar un vínculo con el espectador. Cabe aclarar que no es un relato fiel a la historia de los verdaderos agentes. Carlos Zambrano y Gabriela Coronado, interpretados por Pietro Sibille y Nidia Bermejo respectivamente, ambos son un producto de la imaginación del director. Estos han adoptado características reales de los agentes del GEIN para la construcción de la trama, contando la historia de personas con sus propios dilemas como la difícil relación entre la agente Coronado y su hermano vinculado a Sendero o la posible separación de Zambrano con su hijo. A pesar que todo lo mencionado es el ingrediente ficcional, el recorrido que hicieron los actores para capturar al líder senderista es el mismo que hicieron los miembros del GEIN.

Pero se politiza

En la cuenta de Twitter de Eduardo Mendoza aparecen algunos mensajes nada alentadores, personajes mediáticos abiertamente fujimoristas han puesto en tela de juicio el argumento calificando al director como un antifujimorista. Una de las escenas más criticada y rechazada ha sido la conversación entre el jefe del GEIN, interpretado por Toño Vega, con un emisario de Vladimiro Montesinos en los techos de la oficina, interpretándose el diálogo como una obstrucción del gobierno al trabajo de los agentes. En una entrevista para Punto Seguido, el director aclara que en su película no existe ningún énfasis ni 'pro' ni 'anti' fujimorismo, lo que le interesa es contar una historia de seres humanos en un determinado contexto. “El día de la captura, Alberto Fujimori no estaba enterado y estaba pescando, eso es un hecho que nadie puede contradecir”, aclaró. Sin embargo, existen otros cuestionamientos que no dejan de pasar desapercibidos para la fotoperiodista Vera Lentz, quién cubrió muy de cerca los crímenes de Sendero Luminoso en los 80 y 90 y reconoce la hazaña del grupo liderado por Benedicto Jiménez. “Le hacen un favor muy flaco a la imagen del GEIN empañándolos con personajes ficticios” sentencia de manera poco convencida por la historia de Mendoza. Aclara Vera que el gobierno (de Fujimori) siempre ha querido esconder el logro de los agentes y que, al tratarlos de esta manera en la película, con ficción, es confundir a la sociedad cuando no debería ser así. Algo que debe valorar el país es que a diferencia de otras alternativas sangrientas como la del grupo Colina, el GEIN nunca utilizó la violencia para capturar a Guzmán. Vera Lentz da crédito de la total entrega y valor de ellos y no puede concebir el hecho que una película sobre estos agentes muestre una escena en dónde un cuerpo sin vida es arrojado al mar por los dos miembros protagónicos.

Un hecho que los desmitifica

Las películas crean un imaginario cultural. El crítico de cine Alberto Castro, del blog Encinta, menciona que el director de películas en general no está obligado a contar una historia fiel a la realidad, a pesar de las discrepancias que puedan tener con los historiadores, periodistas y otros. Añade que aún somos un país subdesarrollado con un público no muy acostumbrado a ir al cine, por ello que el relato de esta película puede confundir un poco. “Al final el cine es la creación artística de alguien que interpreta algo de su realidad a su manera”, añade Alberto. Una película como La teta asustada, en su momento, tuvo los mismos cuestionamientos que La hora final, ya que fue mal interpretada por el público al no conocer previamente la idea de la directora que cuenta una historia con una narrativa mágica y no la historia tal cual. Entonces cae en debate si el cine, como medio comunicación y sobre todo si trata un tema delicado como el terrorismo, debería o no intentar educar a las personas. ¿La hora final y otras películas sobre esta temática deben cumplir un rol educativo? Argumenta el sociólogo y periodista Carlos Bejarano, que el cine sí debería cumplir un rol educacional, sin embargo, la carga subjetiva de la de esta película debe ser bien interpretada por el público. “Tener subjetividad es inevitable, es como yo concibo las cosas. El cine es un medio de comunicación y yo entiendo como una de las características principales que es el de la educación para bien o para mal”, dice Bejarano añadiendo que el cine puede ser una ventana donde nosotros podemos ver el mundo, pero esta ventana estará siempre cargada de la subjetividad del interprete, es distinta una película que trata sobre el amor hecha por Woody Allen que una película como American Pie.

El director Eduardo mendoza, making off de la película. Foto: Distribuidora

El mito de la caverna

En realidad lo que uno ve es lo que otro está proyectando. Cada quien lo interpreta en base a su susceptibilidad y experiencia. Es muy distinto explicar la realidad desde los argumentos de un chico que va a una Universidad en Lima que desde alguien que sí vivió los hechos en carne propia. Va a tener más matices si es el hijo de un militar, o de un político o de una persona que fue secuestrada. El peruano promedio que va al cine y que ve la película de Eduardo Mendoza quiere diferenciar quienes son los buenos y los malos. Algo que se le critica a La hora final, por un sector de la población, es que Fujimori no es reconocido como el héroe de la operación. Hoy hay una mayoría que está a favor de la versión de Fujimori como el artífice de acabar con el terrorismo. El peruano, al momento de ver una película, percibe qué parte de la historia rescata como buena y que otra como mala. El punto de vista de Carlos Bejarano indica una realidad muy dura sobre el peruano promedio que acude al cine: “Un ciudadano común y corriente, un ciudadano producto de la peor educación del mundo, un ciudadano que nació en la sierra y sufrió desnutrición crónica y que ahora no logra hacer sinapsis, ese ciudadano que solo puede llamar gente para hacerla subir a su micro va al cine y espera ver a Fujimori acabar con el terrorismo. Esta persona ya tiene un concepto preconcebido.”, Bejarano concluye que son muy pocos los que van al cine a esperar ser educados.

La molestia que genera películas como La hora final

Se cocinan varios prejuicios al momento de hablar sobre terrorismo que terminan por ser enterrados por el tedio. Alberto Castro indica que a muchos peruanos no les agrada hablar de terrorismo y que el reflejo claro es la tibia audiencia en las salas. “De algún modo ver una película que trate sobre terrorismo te va hacer sentir mal”, añade. En la misma línea opina Carlos Bejarano que piensa que el ejemplo más revelador es el artículo hecho por Rolando Arellano, el gurú del marketing, en donde explica que películas como La teta asustada no deberían proyectarse porque muestra a un Perú horrible que desalienta la llegada de turistas. “Yo puedo interpretar que la mentalidad de este experto marketero es que el cine que es una ventana a la realidad desde el punto de vista comercial, dice que hay que mostrar el Perú de Miraflores, de Larcomar, el Golf ” finaliza.

Escena en donde el GEIN encontró imágenes del Presidente Gonzalo. Foto: Distribuidora

Para muchos, La hora final es un relato policial inspirado en el GEIN. Eduardo Mendoza escribió el guion valiéndose de conversaciones y documentación ofrecida por la policía. Para otros, esta película ofrece una versión sesgada de la realidad apoyada en un mensaje anti fujimorista. Lo importante es que se construya un debate saludable, con argumentos sólidos y no caer en el intento de enterrar el tema bajo pseudo historias. Un logro importante de la cinta es que ha despertado la conciencia de las personas frente a un tema que resulta difícil de digerir, pero imposible de borrar.


Escrito por

Diego Nuñez

Periodista


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